Thursday, March 01, 2012

Génesis para un adiós.

Nos fuimos a encontrar en un ocaso del amor como cualquiera. Era, para ambos, la despedida de un amor verdadero, eterno, irremplazable, de esos que ocurren tan sólo 12 ó 18 veces en la vida de un ser humano.

Miré las fuentes que anidaban debajo de tus párpados, y supe que no había encontrado nada, que era precisamente lo que yo andaba buscando.

Nos supusimos amigos, y encontramos apenas un refugio miserable el uno en el otro, como para no morirnos de hambre. Ensayamos adherirnos etiquetas y jugarnos el uno al otro como se juega un juguete.

Un día cualquiera, tomaste mi mano para arrojarnos juntos a una hoguera que crepitaba con la dulce ternura de aquello que nunca ha buscado hacernos daño. Te seguí entonces, y te sigo aún ahora.

Lo que siguió fue aquello a lo que algunos llaman "felicidad cotidiana" y otros "agonía rutinaria". Fuimos lo que ahora ya no podemos jugar a ser. Nos embriagamos de tener una sonrisa colgada en la boca día con día.

Nos arrancamos uno a uno los misterios. Los que nos quedaron rezagados, los entregamos en el mercado de lo cotidiano a cambio de una ración de cenas sin discusiones.

Nos fuimos llenando los ojos con el tibio algodón de los consensos y las buenas intenciones. Dejamos de vernos poco a poco.

El tiempo se esforzó en pasar y nos regaló el olvidarnos de lo que nos daba miedo de nosotros mismos.

Y hoy estamos aquí, recordándonos como fue la historia, para llegar al dulce e insultante acuerdo final de olvidarnos de forma civilizada y sin rencores.

Y en lugar de gritarle tu nombre al odio o al olvido, te preguntaré si puedo llamarte el día de tu cumpleaños.