Wednesday, January 30, 2013

¿Por qué te gusta escribir?

La pregunta apareció anónimamente en mi perfil de Ask.fm

( http://ask.fm/lazos01, por si gustan... )

Aquí, mi respuesta:



Creo que esto lo respondí también por Twitter pero... nunca está de más expresarlo nuevamente.

Me gusta escribir porque encuentro en las letras una herramienta, no sólo poderosa, sino infinita, para la expresión humana. Pocas cosas me llenan más, que el encontrarme a mi mismo a la mitad de una frase, de un relato, de un poema, sopesando y eligiendo cada palabra hasta encontrar aquella que resulta perfecta para el fin que estoy buscando.

Las letras han llenado tanto en mi vida, que sin ellas sería una piel sin rostro ni intención. Me vería atado, inerme, silente.


No dudo de la efectividad y valor estético de otras formas de expresión, tanto en lo cotidiano como en lo que se refiere los momentos en los que entra en juego la creación-creatividad pura. La elaboración. Los génesis de lo humano que no tiene precedentes. La Creación. En todo ello inciden y participan todas las formas de expresión y traducción del alma humana. Sin embargo, encuentro en las letras el privilegio de lo simple, lo básico, lo primigenio... lo imprescindible que, por sencillo, se vuelve infinito y carece de límites. Omnipotente y omnipresente es la escritura de un hombre y de un dios, por igual.

En textos me voy habitando y voy habitando a quienes me rodean. En letras soy, en letras camino y juego. En letras logro tocar a las personas mucho más allá de la piel. En letras encuentro destino y abrazo. En letras, rutas de escape y laberintos para todos los sentidos.


En letras.

Tuesday, January 22, 2013


El poder del perro

Por Neil Gaiman
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El 30 de abril de 2007, rescaté a un perro al costado de la ruta. Por aquel entonces escribí: “Camino a casa, manejando bajo la lluvia, cuando salí de la autopista para ir a casa, vi a un perro blanco, grande, en la banquina. En un par de segundos pasé de pensar ‘está paseando y sabe exactamente lo que hace’ a repensar ‘está absolutamente aterrado e incluso si no está perdido tiene miedo de los autos y en peligro de lanzarse a la autopista’.

Paré, crucé la ruta y me acerqué adonde él estaba. Se alejó, arisco y nervioso, y después se me acercó, temblando. No tenía collar ni identificación, nada más una cadena alrededor del cuello. Y era grande. Y estaba muy húmedo y sucio de barro. Mientras pasaban los autos, decidí que lo más inteligente sería subirlo al mío y pensar qué hacer. Abrí la puerta y él se trepó. El auto era un Mini y él ocupaba la mayor parte del espacio, incluso de mi espacio. Un perro grande, un auto chico.

Llamé a mi asistente Lorraine y le pedí que le dijera a la Sociedad Protectora de Animales que les llevábamos un perro. Volví a casa, corrí por el jardín con Perro hasta que me cansó. Después lo cargué en un auto más grande y lo llevé a la Sociedad Protectora de Animales, donde se maravillaron con él. ‘Creo que es una cruza de husky y lobo –dijo la señora que lo recibió–. Probablemente también sea un sobreviviente’.

Llamó unos días después. Me dijo que el dueño del perro, un granjero vecino, lo tenía encadenado en el patio y no lo sacaba a pasear porque tenía un problema y apenas podía caminar, pensaba que el perro era una molestia, que siempre quería escaparse e irse a la autopista y que tarde o temprano causaría un accidente y que, cuando la señora de la Sociedad Protectora de Animales le dijo que la persona que lo había encontrado parecía estar encariñada con el perro, el granjero dijo que, si quería, podía quedármelo.

Así que fui a buscarlo y me lo quedé.


En la granja, con la cadena, se llamaba Buck, pero no respondía a ese nombre y nunca nadie lo había llamado así, al menos por lo que yo pude comprobar. Lo llamé Cabal, como el perro blanco del Rey Arturo, que podía ver el viento, y pareció gustarle tener un nombre al que poder responder.

Yo nunca había tenido un perro. Creo que él nunca tuvo una persona. Y nos contectamos. En los siguientes seis años, los dos cambiamos y los dos crecimos.

Mi casa en el Medioeste tiene 6 hectáreas de bosque. Redescubrí todo ese bosque y sus claros. Tuve un amigo en un momento en que necesitaba a uno, y mucho: en esa época estaba muy solo. Me había separado de la mamá de mis hijos, Mary, hacía cuatro años, y ella se había ido, y la casa estaba muy vacía. No tenía a nadie en mi vida, nadie a quien sintiera propio.

Recibí amor sin cuestionamientos de Cabal. No un amor servil. Cuando salíamos de caminata, él parecía muy seguro de estar al mando –después de todo, era más rápido, podía oler cosas y tenía una idea mucho más clara de cómo funcionaban las cosas en el bosque.

No le tenía miedo a nada, salvo a las tormentas. Y a los ascensores.


Eramos una extraña pareja, los dos fascinados y deleitados con el otro. Los dos protectores. Se interponía entre los extraños y yo; se movía sólo hasta el límite de donde yo podía verlo y se quedaba ahí; estaba determinado a mantenerme a salvo de los gatos, a pesar de que yo tenía varios gatos y tuve que dividir la casa en Territorio de Perro y de Gatos (y no creo que nunca se haya dado cuenta de que era por su propia seguridad, no la de los gatos).

Algunas personas decían que nos parecíamos y muchos llegaron incluso a querer probarlo.

Amanda dice que me enseñó a amar. Probablemente tenga razón.


Siempre dormía en mi cuarto a la noche. Y después tuvo problemas para levantarse y bajar las escaleras, entonces mudé mi dormitorio a la planta baja, así él no tuvo de qué preocuparse.

Empezó a tener problemas para caminar afuera: sus patas delanteras iban donde él quería que fueran, pero las de atrás se movían de forma errática y espasmódica. Tenía tres años cuando lo encontré. Ahora tenía nueve y tenía una enfermedad degenerativa (mielopatía canina, la esclerosis múltiple de los perros). Pero siempre estaba contento, amistoso y seguía siendo capaz de correr más rápido que un humano en el bosque si pasaba algo interesante.

Tenía 9 años. Un perro grandote y viejo. Pero era mío con un amor determinado, incuestionable, y una lealtad que yo nunca había conocido.

Cuando alquilé la casa en Crambidge planeé traerlo inmediatamente. Después cuando vi el lugar, los resbaladizos pisos de madera y todas las escaleras, me di cuenta de que no iba a funcionar. Entonces decidí mudarlos en unas ocho semanas, cuando hiciera buen tiempo y pudiera mover mi oficina al jardín de invierno, y mientras tanto volvía a casa siempre que podía para estar con él y, en Navidad, con mis hijas. Estuve con él hace una semana. Pensaba volver en quince días, pasar otra quincena ahí, y ya tenía planes sobre qué cosas hacer con los perros.

Recibí la llamada de Hans anoche –él cuida la casa–, llamaba desde la veterinaria. Cabal había tenido un día normal, divertido, y de repente se puso muy enfermo. Vomitaba y le costaba respirar. Perdí el último avión y estaba por volar esta mañana para estar con él. 

Recibí otra llamada: él y Mary, la otra cuidadora, estaban llorando. Me pasaron con el veterinario, que iba a tratar de llevar a Cabal hasta el hospital. No podía respirar. El veterinario creía que tenía un coágulo en los pulmones. Otra llamada: no iba a llegar al hospital. Había tenido un paro cardíaco. El veterinario lo había revivido, pero apenas podía respirar y estaba preocupado porque tuviera convulsiones y muriera con dolor.

Y yo no estaba ahí, con él. Si hubiera estado ahí, él habría estado bien sin importar lo que le pasara. Si yo hubiera estado ahí, se habría sentido seguro para irse. Le hablé por teléfono, tratando de decir algo tranquilizador para que escuchara el sonido de mi voz, y en cambió lloré y le dije que sentía mucho no poder estar con él.

Hablé con el veterinario una vez más y le pedí que lo dejara ir.


Lloré. Amanda vino a abrazarme y lloré un poco más. Holly llamó y le dije lo que había pasado y ella lloró también. Fue tan repentino e inesperado y yo no estaba ahí cuando se fue. Y perdí a un amigo.


Estoy tan contento de haberlo conocido. Estoy tan feliz de que nos hayamos encontrado. No creo que vuelva a tener un lazo así en mi vida. Ojalá los perros vivieran más tiempo.


Kipling lo dijo mejor:


Hay suficiente tristeza en la vida
por hombres y mujeres para colmar nuestros días
Y cuando sabemos que las reservas rebosan de tristeza
¿Por qué buscamos añadir aún más?
Hermanos y hermanas les pido que reflexionen antes,
De darle su corazón a un perro, para que lo desgarre.


Podemos reflexionar todo lo que queramos. Pero el poema se llama “El poder del perro” y es un poder muy real y es, como Kipling sabía, algo bueno.


Era el mejor perro del mundo y lo voy a extrañar mucho.

Esta es la carta que el escritor Neil Gaiman dio a conocer en su blog la semana pasada por la muerte de su perro.

TRADUCCIÓN DE LA ENTRADA ANTERIOR DE ESTE BLOG, TRADUCIDA POR EL DIARIO 'RADAR', DE ARGENTINA.

The Power of the Dog. Cabal (2003-2013)

The Power of the Dog. Cabal (2003-2013):
posted by Neil Gaiman

Sometimes, these things are hard to write. And sometimes writing them saves my life. This is one of those times I'm glad I have my blog here, and it's still so hard to write...


So. 30th of April 2007 I stopped and rescued a dog by the side of the road.

At the time I wrote...

On the way home from the recording, driving through the rain, just as I pulled off the freeway to head home, I saw a large, pale dog on the side of the sliproad. I went in a couple of seconds from a first glance thought of "Oh, he's just wandering around and knows exactly what he's doing," to, on a second glance, "He's absolutely terrified and if he isn't actually lost he's really scared of all the cars and in danger of bolting onto the freeway," .
I pulled over, crossed the road and hurried across to where he was. He backed away, skittish and nervous, then came over to me, shaking. No collar or information, just a choke chain. And big. And very wet and very muddy. With cars going past, I decided the wisest thing to do was to put him into my car while I figured out what to do. The car was the Mini. I opened the door and he clambered in. The dog took up most of the Mini that I wasn't in and a fair amount of the Mini that I was in. Big dog, small car.
I phoned my assistant Lorraine, and asked her to let the local Humane Society (really nice people with a no kill policy) know we'd be coming in soon with a dog, then I drove home, narrowly avoiding death on the way (it's amazing how much you can't see when a huge dog fills the car and your field of vision). I ran around the garden with Dog until he'd tired me out. (I really hope he'd just got lost, and his family are looking for him; it would be hard to imagine someone abandoning a dog that cool.) Then I put him into the back of a car much bigger than the Mini and took him to the Humane Society, where they fawned all over him. ("I think he's a husky-wolf cross," said the Humane lady who took him, and she could be right.)
I think he's probably a survivor too.



And that was what he looked like when he climbed into the Mini.


I seem to have acquired a dog.
I got a call today to say that the owner of the dog I found on Monday had called the Humane Society and collected him. I was happy Dog was back with his family, but found myself rather sadder than I would have expected -- I realised I'd half hoped that maybe no-one would claim him.
The call went on to say that the dog's owner, a local farmer, who kept him chained up in the yard, and couldn't walk well so couldn't walk him, thought the dog was a nuisance, always getting out and heading onto the freeway and sooner or later he'd cause an accident, and, when the Humane Society lady mentioned that the person who found him rather liked him, he told her that if I came over and picked him up I could have him.
So I did.

It took a long time before he was actually white around the neck and chest. The grey of the metal chain had stained his fur grey.

He'd been named Buck, in the farmyard, on the chain, but he didn't respond to it, and hadn't actually been called Buck by anyone, as far as I could tell. I called him Cabal, after King Arthur's white dog who could see the wind, and he seemed to like having a name he could respond to.

I'd never had a dog. I don't think he'd ever had a person. And we bonded. Over the next six years, we both changed and we both grew.

My house in the midwest is on about 17 acres of woodland. I rediscovered all of those acres, and local meadows as well. I had a friend at a time when I needed one badly: I was really lonely at the time.  I'd separated from my children's mother, Mary, four years earlier, and she'd moved out, and the house was  feeling very empty. I didn't really have anyone in my life, anyone who felt like mine.

I got unquestioning love from Cabal. Not in a subservient sort of way. When we went walking, he seemed fairly certain that he was in charge -- after all, he was faster, could smell things, and had a much better idea of how things worked in the woods.

He wasn't afraid of anything, except thunderstorms. And elevators.


I took so many photos of him in the woods that someone made him his own Tumblr feed.

He was less happy in the house. Sometimes his back legs would splay out from under him. He was wary of shiny surfaces, as if he'd had troubles over the years walking on ice in his farmyard.

We were a sort of an Odd Couple, both of us fascinated and delighted by the other one. Both of us protective. He'd stand between me and strangers; he'd move just out of my eyeline, and plant himself there; he was determined to keep me safe from cats, even though I had several cats, and had to divide the house into Cat and Dog territory (and I am not certain he ever realised that that was mostly for his safety, and not theirs).

People said we looked like each other. Some people even tried to prove this.



Amanda says he taught me how to love. She's probably right.

He had trouble with his back legs -- he'd run too fast, too far, too hard, and break the leg and keep going, or rip the tendon. There were operations, one on each, a year apart.

He always slept in my bedroom at night. And then he had increasing trouble getting up and downstairs, and I moved my bedroom downstairs, so he didn't have to worry about stairs. We put a ramp in outside the house so he could get in and out without worrying about stairs.

He was having more trouble walking outside: his front legs went where he wanted them to go, his back legs wandered and lurched. He was three when I got him. Now he was nine, and had a degenerative condition (degenerative canine myelopathy -- like MS for dogs). But he was always cheerful, friendly, and still capable of out-running a human in the woods if something interesting went past.

It made him sad and lonely when I travelled, so I got Lola to keep him company. It worked. Now, when I'd return, he'd be much more cheerful. Lola adored him, and put up with me because Cabal seemed convinced I was pack leader.

He was nine years old. An old, big dog. But still mine, with a determined, unquestioning love and loyalty I'd never known.

When I rented the place in Cambridge I'd planned to bring him out immediately, then I actually saw the house, saw the shiny slippery wooden floors and all the stairs and realised that wouldn't work. The dogs were going to come out here to be with me in about 8 weeks, when it would be warm enough for me to move my workspace out into the conservatory, and in the meantime I was going home whenever I could to spend time with him and Lola (and, over Christmas, my daughters). I was with him there a week ago. I go back in two weeks for a couple of weeks, and was already planning stuff to do with the dogs while I was there.

I got the phone call last night from Hans, who looks after the grounds and the house, from the vet's. Cabal had had a normal, fun day, and then suddenly got really ill. He was vomiting and having trouble breathing. I'd missed the last plane and was going to fly home this morning to be with him while he was ill. Another phone call: he and Mary my housekeeper were with Cabal, and they were both in tears. They put me onto the vet, who was going to try to get  Cabal to the animal hospital. He couldn't breathe. The vet thought there was a blood-clot in his lung. Another call: he wasn't going to make it to the hospital. His heart had stopped. The vet had just brought him back to life, but he was barely able to breathe and she was worried about him going into seizures and dying in pain...

And I wasn't there. If I'd been there, he would have been okay with whatever was happening. If I'd been there it would have been safe for him to go. I talked to him on the phone, intending to say something calming so he could hear my voice, and instead just cried and told him I was sorry that I wasn't there.

I spoke to the vet one last time, and told her to let him go,

Photo of us by Kimberley Butler. She called it Unconditional Love

I cried. Amanda came and held me, and I cried some more. Holly called and I told her what had happened, and she cried too. It was so sudden and unexpected and I wasn't there with him when he went. And I'd lost my friend.

I thought I was all cried out, and then I heard that Lola had taken his collar from the counter top and slept with it all night, and I cried again.

So many kind emails, messages of all kinds. I'm grateful to all of them. To all of you.

I'm so glad I knew him. I'm so glad we found each other. I don't imagine I'll ever have another bond like that in my life. I wish dogs lived longer.


Kipling said it best:

THERE is sorrow enough in the natural way
From men and women to fill our day; 
And when we are certain of sorrow in store, 
Why do we always arrange for more? 
Brothers and sisters, I bid you beware
Of giving your heart to a dog to tear.


We can beware all we like. But the poem is called the Power of a Dog, and it is a very real power, and it is, as Kipling knew, a good thing.

He was the best dog in the universe and I'm going to miss him so much.



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Thursday, January 17, 2013

No compres ese perro

No compres ese perro:
No seas imbécil. Ni desaprensivo. No hagas posible que dentro de unos meses algunos te mentemos a la madre al cruzarnos con el resultado de tu indiferencia y tu estupidez. Piénsalo mucho antes de dar el paso irreversible; de complicarte una vida que luego pretenderás solucionar por el camino más fácil. Aún puedes evitarlo. Impedir que te despreciemos, e incluso despreciarte a ti mismo cuando te mires en el espejo. Ya sé, de todas formas, que el autodesprecio es relativo. Tarde o temprano, hasta con las mayores atrocidades en la mochila, siempre nos las apañamos para ingeniar coartadas, justificaciones. Conozco a pocos que, hagan lo que hagan -desde faenas elementales hasta cargarse al prójimo-, no acaben durmiendo a pierna suelta tras unos pocos ejercicios de terapia personal. Aun así, permite que te lo explique antes de que ocurra, primero, y después se te olvide. Resumiendo: intenta no convertirte, innecesariamente, en un hijo de la gran puta.

Sé que tus niños quieren un perro. Que les hace una ilusión enorme y te dan la matraca desde hace mucho. Que tu hija, por ejemplo, te hace babear cuando te abraza y pide una mascota. O que te acabas de separar de tu legítima, y crees que regalándole al crío un animal, y paseando con él los fines de semana, podrás recuperar el terreno perdido, o no perderlo en el futuro. Hay mil razones, supongo. Un montón de circunstancias por las que has pensado comprar un perro estos días, para tus hijos. O para tu mujer. Tal vez para ti mismo. Un perro en casa, por Navidad.
Déjame contarte, porque de eso sé algo. He tenido cinco perros, así que calcula. Y no hay nada en el mundo como ellos. No hay compañía más silenciosa y grata. No hay lealtad tan conmovedora como la de sus ojos atentos, sus lengüetazos y su trufa próxima y húmeda. Nada tan asombroso como la extrema perspicacia de un perro inteligente. No existe mejor alivio para la melancolía y la soledad que su compañía fiel, la seguridad de que moriría por ti, sacrificándose por una caricia o una palabra. He dicho muchas veces que ningún ser humano vale lo que un buen perro. Cuando uno de nosotros muere, no se pierde gran cosa. La vida me dio esa certeza. Pero cuando desaparece un perro noble y valiente, el mundo se torna más oscuro. Más triste y más sucio.
Es muy posible, naturalmente, que aciertes. Que, tras pensarlo bien, tomes la decisión y asumas las consecuencias con feliz resultado. Que comprar un perro para tus hijos, para tu mujer o para ti sea un acierto. Que su compañía cambie vuestra vida para bien. Que os haga más conscientes de ciertas cosas. A...

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Monday, January 14, 2013

Carrera Espartana


El avión en el cielo era apenas visible entre las nubes, pero volando en círculos se encontraba el Sargento Noah Galloway, de 30 años, veterano de guerra quien hace años sufrió una doble amputación. Y, en esta ocasión, estaba a menos de 60 segundos de aterrizar en un paracaídas tándem en los campos del Festival Espartano para dar inicio a la 1ª Competencia Espartana de Héroes.

Los hombres que saltaron del avión, abrieron el paracaídas y bajaron en vuelo rasante, justo lo suficiente para pasar por encima de una pequeña línea de árboles que bordeaba el campo abierto, un dramático comienzo para lo que sería un día de carreras realmente inspirador. Galloway inmediatamente dejó una profunda impresión en la multitud expectante.

El hombre de 30 años, nacido en Alabama, perdió 2 extremidades, su brazo izquierdo por encima del codo, y su pierna izquierda, por encima de la rodilla. Él sería el primer Corredor Espartano en llegar en paracaídas a la carrera, pero cuando aterrizó en aquel campo abierto de Leesburg, Virginia, no estaba solo. Un equipo lo esperaba: el Equipo X-T.R.E.M.E, un grupo de individuos increíbles que incluye al Sgto. Jonathan Mozingo, cuya pierna izquierda fue amputada por debajo de la rodilla, y el Cabo de Marines, Todd Love, quien carece de ambas piernas por arriba de la rodilla, y también del brazo izquierdo por debajo del codo. Además de estos tres guerreros con heridas que los llevaron a perder miembros del cuerpo, el equipo era complementado por 5 miembros más, incluyendo al fundador el equipo X-T.R.E.M.E., Jeremy Soles, quien además llevó a un músico que tocaría la gaita para acompañar su inicio desde la línea de arrancada para la competencia. 

En contraste con el arranque de otros equipos, que durante toda la competencia fueron animados a iniciar su recorrido inmersos en un enorme barullo y música a muy alto volumen, a la llegada del Equipo X-T.R.E.M.E a esa línea de arrancada, se instaló un respetuoso silencio en torno a este grupo de atletas. El discurso habitual de los organizadores, usado para motivar a los atletas, fue reemplazado por una cita muy simple acerca del servicio, la dedicación, la gratitud y el reconocimiento por aquello que estaban a punto de iniciar. La solemne música de gaita fue la melodía que se elevó en el aire para anunciar el inicio del recorrido en el que, por 10.5 millas y casi 5 horas, Galloway, Love, Mozingo, Soles y los otros, lucharían al lado de otros guerreros, miembros de la comunidad, voluntarios, organizadores y otros “espartanos” que participaron en aquella histórica competencia.

Los miembros del equipo X-T.R.E.M.E no son ningunos novatos en lo que se refiere a enfrentar desafíos de resistencia. El equipo forma parte de una organización sin fines de lucro con la misión de honrar, empoderar y motivar a los veteranos heridos de aquella nación, y fue fundada por Jeremy Soles, un Marine veterano de las tropas norteamericanas en Irak. Entre otras cosas, son conocidos por portar máscaras antigás durante las competencias de resistencia, máscaras que restringen su entrada de oxígeno en un 25 ó 30%. Ellos completaron la brutal pista de 10.5 millas con todos sus obstáculos en aquel sábado. Hablar de 75 obstáculos no es cosa pequeña. Las máscaras antigás son usadas por ellos como símbolo de coraje e inspiración para sus compañeros veteranos, y para honrar la memoria de aquellos que fueron heridos o muertos en combate. El campo en el que se tuvo lugar aquella carrera espartana, en Leesburg, Virginia, es un enclave único, normalmente usado para competencias de caballos. Pero no fueron caballos los que recorrieron ese paraje aquel fin de semana. Fueron personas que lucharon, escalaron, se arrastraron y corrieron hasta alcanzar la línea de meta.

Fue una pista agreste y lodosa, en la que cada obstáculo planteó un desafío único para aquel equipo, en el que sus miembros tomaban turnos para cargar, con un arnés especial colocado a sus espaldas, al Cabo Todd Love, que pesa alrededor de 100 libras (poco más de 45 kilogramos). Love fue cargado en los trayectos de la pista que requerían de correr o saltar, pero completó por sí mismo el resto de los obstáculos, incluyendo la escalada de rampas, redes y cuerdas. Love es un marine de 22 años quien, en agosto de 2010, casi perdió la vida y sus extremidades, excepto una, al encontrarse en una devastadora explosión en Helmand, Afganistán. Él ha luchado no sólo por recuperarse de sus heridas en el campo de guerra, sino que además se ha establecido un alto nivel de exigencia, física y mental, en todos los aspectos, probando que sortear los obstáculos no es algo que se intenta, es algo que se asume como compromiso de vida.

En cada prueba, desde remolcar bloques de hormigón que se atascaban en el lodo, hasta trepar por paredes de madera, escalar redes, lanzar jabalinas y enfrentar a los temidos “gladiadores de la línea final” – personajes que son parte del staff, armados con barras de lucha acojinadas para obstruir el paso a los exhaustos competidores justo antes de llegar a la meta- el equipo se aseguraba de que todos los miembros completaran cada obstáculo antes de correr al siguiente, siempre juntos. Otra adición notable a ese particular grupo era el Junior Marine, Luke Slowinsky. De hablar suave y gran cortesía para sus once años de edad, Slowinsky planea unirse a las fuerzas armadas algún día, pero por ahora apoya la causa de los veteranos, participando en eventos de recaudación de fondos y motivación, como una manera de demostrar su respeto y admiración por estos excombatientes. Él también sufrió y se arrastró por esas 10.5 millas al lado de sus héroes, ganándose metro a metro la medalla que recibió al final, condecorándolo como “Super Espartano”, que fue el rango de esa carrera.

Abrimos aquí un paréntesis para comentar un poco sobre los rangos que se manejan en estas Carreras Espartanas. El primero, “Spartan Sprint”, es una carrera de 3 millas o más, que incluye al menos 15 obstáculos. Además de diferentes premios, los tres primeros varones y las tres primeras mujeres que concluyan un “Spartan Sprint”, tienen derecho a asistir gratis a cualquier “Super Spartan” que elijan. Un “Super Spartan” es el evento en el que se corren más de 8 millas, con más de 20 obstáculos. Los primeros en llegar a la meta, 3 hombres y 3 mujeres, tienen derecho a ir gratuitamente a cualquier “Spartan Death Race” que elijan. Pero, también existe un nivel posterior al “Super Spartan”, llamado “Spartan Beast”, en el que la carrera deberá tener una longitud mayor a 12 millas y una cantidad de obstáculos mayor a 25, aumentando también la dificultad de los mismos. De la “Spartan Death Race” solamente se describe por la propia organización, como una competencia tan demente e impredecible que “…hace que dar a luz parezca un paseo por el parque”. Su duración supera las 48 horas y nadie conoce cuál es su longitud real. Todo esto, por si a usted le interesa participar en alguna de ellas. 

En aquella carrera de Virginia, los espectadores, corredores, staff y voluntarios comenzaron a congregarse para ver el trabajo de equipo que realizaba X-T.R.E.M.E a lo largo de la pista. Su labor era inspirada, e impregnaba de un profundo sentimiento de humildad a quienes los observaban, regalándoles un recordatorio indeleble de todas esas razones por las que las personas se esfuerzan, compiten, dejan el alma en una carrera. Esas razones que son más grandes que uno mismo. 

Para el momento en el que el equipo se acercaba a la meta, una multitud creciente se había reunido a los lados de los tramos finales de la pista, por los que pasaron hasta cruzar la línea final de la misma manera en la que comenzaron: como un equipo. Cuando concluyeron su titánico esfuerzo y las medallas fueron colgadas en sus cuellos, se escuchó un rugido de la gente, que vitoreaba y aplaudía desde todos los puntos del campo. Muchos de los rostros de hombres y mujeres, cubiertos de color ocre por la tierra y el lodo, mostraban las líneas claras de unas lágrimas que corrían sin poder contenerse ante el heroísmo de aquellos hombres.  

Liderando la carga final del equipo para cruzar la meta, estaban Galloway, Love y Mozingo, sucios de lodo y mojados hasta los huesos, con las máscaras antigás salpicadas con el fango acumulado a lo largo de la pista. Después de levantar los brazos y quitarse las máscaras, el equipo entró en el área de celebración del evento, y agradecieron a los muchos que los esperaron para vitorearlos, para estrechar sus manos, para demostrar su apoyo y para agradecerles por ese derroche de esfuerzo que brindaron a todos quienes presenciaron el evento. A la hora de la premiación, y en un giro inesperado, Jeremy Soles, en representación de su equipo, entregó a los organizadores un gran tronco tallado a mano con los nombres de los guerreros-atletas heridos que participaron en aquella carrera, como un recordatorio físico de esa hazaña. Es un tronco que permanece en los cuarteles generales de los Espartanos, en Vermont, y que aún hoy utilizan los fundadores y los miembros del staff para cargarlo durante sus entrenamientos de montaña. Los golpes y suciedad que han ido marcando a ese tronco durante los muchos entrenamientos y pruebas a los que se someten estos personajes, es su forma de honrar un regalo tan significativo. Mike Morris, agradecido, aceptó el regalo en aquella ocasión, diciendo, “Ustedes nos han honrado con su presencia el día de hoy. No hay mucho que decir a nadie, que ustedes no hayan dicho allá, en la pista. No hubo un solo ojo que no se humedeciera por donde ustedes pasaron, muchachos. Gracias por todo lo que han hecho.”

Cuando removieron sus mascaras, los hombres –¡y una mujer!- se revelaron como mortales. No eran los superhéroes que parecían ser hace un momento. Humildes y amables, pasaron el resto del día con la gente a la que conmovieron tan profundamente con ese logro. Y para todos quedó claro que las palabras que,  simple y escuetamente, dijeron al inicio de su recorrido, cobraban un grado de verdad e importancia mucho mayor al final de esa carrera: “Esta nación fue fundada sobre un principio que se encuentra por encima de cualquier otro: el ponernos de pié y luchar por aquello en lo que creemos, más allá de los obstáculos y las consecuencias. Cuando la multitud, la prensa o el mundo entero te digan que te quites, tu trabajo es plantarte como un árbol junto al río de la verdad y decirle al mundo entero: ‘No, quítate tú.’”

Si quieren ver un video que registra parte de esta carrera épica, accedan a:
http://youtu.be/mGr3q0kiQts

O véanlo aquí:


Para enterarse más, o inscribirse en carreras espartanas, revisen el siguiente enlace:
http://www.spartanrace.com/

Primera Carrera Espartana en México:
http://www.spartanrace.mx/

Y, la página del X-T.R.E.M.E. Team:
http://www.team-x-treme.org/