Tuesday, October 21, 2014

Bloggear desde el Metro

Ya intenté una entrada del blog desde un taxi. No salió del todo bien, perooo... tuvo su pequeña dosis de encanto.

Fue, debo decir, una entrada que correspondió a mi medio de transporte menos frecuente, porque casi siempre uso el Metro.

El Metro es eficiente, barato y rápido. Siempre y cuando no llueva. Una sola gota de lluvia convierte el trasladarse en un procedimiento comparable a lavarse los dientes con los pies: asquerosamente lento, incómodo, y algo que -de preferencia- debe evitarse.


El Metro es el lugar por excelencia de convivencia cercana no consentida del chilango estándar. Sus personajes, las interacciones entre ellos, y las situaciones que de todo ello derivan, serían tema, no de uno, sino de varios libros.



Cada vagón del Metro es un Babel sobre dieciséis ruedas. Una metáfora del infierno para el ermitaño. Un refugio, cálido y efímero, para el indigente. Una amenaza para todas las virtudes y todos los prejuicios.


El Metro es una sala de lectura colectiva, asamblea de anuncios no solicitados, conglomerado de piedades bien y mal entendidas.



El Metro es templo, oratorio, violatorio, lecho amatorio... y sala de conciertos para ejecutar cualquier repertorio.




Herramienta de base tributaria, fuente de ingresos no declarable, transporte bendecible o abominable.




Vacío lleno de sueños rotos, de sonrisas entregadas mecánicamente, de frases pronunciadas en estribillos sonsonantes con ánimos mercadológicos de escasos alcances.



Génesis de tropiezos, deliberados o accidentales. Carrito de golf sobrealimentado por el proletariado que se diluye, y se descara, pero no se desrostra.




Patíbulo de la imagen de quien duerme o se distrae. Mausoleo de aquellos que han conocido la breve y temible gloria de ser un héroe.



Púlpito de anuncios parroquiales, tribuna de denuncias sociales, foro de artistas, mercaderes y vivales.




Y sí, el metro también es fría estación, triste morada de vagón. 



En efecto. Me gusta tomar fotografías en el Metro. Todas las que encuentran en esta entrada, fueron tomadas en el trayecto Revolución - Tasqueña, durante la noche del 20 de octubre de 2014. 

3 comments:

Francisco Hernández said...

Siempre que voy al D.F., procuro poner atención a los personajes que encuentro en el Metro... se podría decir que nunca se lo que me deparará el teatro en vagones naranja, y eso lo hace por demás una experiencia interesante. El único pero, como en todo, fue aquella ocasión en la cual intentaron asaltarme. No lo consiguieron... salvo esa ocasión, los viajes por ese medio de transporte siempre han sido dignos de contar.

Unknown said...

En el metro también hay fantasmas, también hay conductores ebrios, adolescentes que dan a luz ahí (algunas abandonan a sus bebés) otros bebés ganan pasaje de por vida... De todo hay en el metro.

EL PEATÓN said...

Wow... fantasmas nunca he visto... ; )